-No somos iguales- pensé, sumergida en mi silencio, -tampoco quiero serlo- volví a aclararme las ideas, y ya no pude silenciar la sensación de sentirme arrinconada y odiada sin motivos. Todas la preguntas escritas en el aire, y yo, sin respiro, sin la paz de estar como cualquiera, sin soportar la indiferencia, la falta de disimulo del fastidio que te causa mi presencia, y volví a repetirme en voz alta “ No somos iguales”, pero si somos grandes…